Fueron muchos los artistas que, venidos de otras comunidades españolas, sobre todo Andalucía, decidieron desplazarse para buscar otras oportunidades. La capital, en continuo crecimiento, ha acogido a propios y extraños en diferentes épocas. Gatos (madrileños de tercera generación) no hay tantos. Pero numerosas familias, aunque tuvieran su origen fuera, se afincaron aquí y terminaron por echar sus raíces. Tablaos como El Corral de la Morería dieron, entre otras cosas, estabilidad económica.
Artistas nacidos en Madrid, por tanto, hay muchos. Si nos remontamos a finales del siglo XIX y principios del XX, encontramos algunas figuras: El Chato de las Ventas, cantaor que creó un estilo propio de malagueña, desarrolló una obra cómica dentro de los palos flamencos y murió, según se cuenta, de un infarto ante el anuncio de su fusilamiento en una cárcel extremeña en 1936.

También, por ejemplo, Niño de Madrid, Angelillo, uno de los máximos exponentes de la canción que hubo de exiliarse, y El Chata de Vicálvaro, que participó en una buena nómina de concursos radiofónicos generados tras el Concurso de Cante Jondo de Granada de 1922. El Chata, además, grabó discos de pizarra con Ramón Montoya.
Grandes figuras
Y ese, quizá, es el primer gran nombre de flamenco capitalino: Ramón Montoya. Al menos, el más influyente. Pues es, de largo, el gran guitarrista de su generación, quien avanzó la técnica, se convirtió en el cómplice de las grandes voces de la Ópera Flamenca junto a Niño Ricardo, uno de sus discípulos, y dejó composiciones que aún hoy sirven de referencia, como su creación por rondeñas.
Ramón Montoya, Luis Yance y Serranito son tres ejemplos de la importancia que Madrid ha tenido en la guitarra flamenca
Luis Yance, mayor que el anterior, fue el que ajustó el toque por campanilleros que se ejecuta hoy junto a la Niña de la Puebla. Víctor Monge Serranito, uno de los máximos embajadores de la sonanta en todo el planeta y quien impuso en los tablaos el toque solista, también vio la luz en esta tierra. Es, con El Güito, uno de nuestros grandes patrimonios vivos.
En el baile, El Güito (¡uno de los artistas que inauguró nuestro Corral!), ya digo, de un estilo racial que creó escuela por soleá y conquistó los escenarios de todo el planeta dentro de la compañía de Pilar López en un principio, donde coincidió con Farruco, Antonio Gades y Mario Maya, y en solitario después, es quien merece una mención especial. Además de Toni El Pelao, Carmen Mora, Tomás de Madrid, Antonio Marín, que a tantos formó, y el propio Farruco (¡de Pozuelo de Alarcón!).
Flamencos de hoy
En la actualidad, siguen siendo muchos los flamencos en activo, o ya retirados, que se criaron por estas calles: Embajadores, Ventas, Lavapiés, la periferia… El Viejín, con un solo disco en el mercado y ausente desde hace décadas por problemas de salud, sigue siendo una referencia en la bajañí de Caño Roto, como El Entri, también de este barrio en el que nació Joni Jiménez, uno de los acompañantes habituales en las programaciones de hoy. Y donde, claro, se elevó la rumba de carretera.

El bailaor Alfonso Losa, asiduo al Corral de la Morería y coreógrafo que ya ha conquistado las plazas más destacadas del género jondo, como el Festival de Jerez, y Vanesa Coloma, son dos ejemplos de la danza contemporánea. Jorge Pardo, miembro del Sexteto de Paco de Lucía, de los vientos. Lucky Losada y Bandolero, de la percusión, donde empezó destacando Antonio Carmona antes de triunfar con Ketama junto a sus primos. El menor de aquellos Habichuela, Josemi Carmona, ya no nació en Granada, sino en Madrid.
Diego El Cigala, procedente del Rastro, Ingueta Rubio, Rafita de Madrid, Paquete, de Barbería del Sur, y Lela Soto, la última voz de los Sordera, son nombres que se suman a los ya desaparecidos: del Fary a Manzanita pasando por otros cantaores, cantantes y rumberos de éxito, como Ray Heredia, Martín Revuelo, de Vallecas, y Tina, de Las Grecas. Madrid, por tanto, no solo recibe, sino que siembra y recoge sus propios frutos.