La relación de Madrid con la guitarra ha cambiado el devenir de los tiempos, tanto por los artistas que a lo largo de su historia hasta hoy mismo ha acogido en su seno como los que directamente dio a luz. El toque, tanto de acompañamiento al cante y al baile como de concierto, no habría experimentado el desarrollo que ha tenido sin la aportación de la capital española. Una ristra esencial de nombres, obras y carreras.
Por un lado, en los tablaos de Madrid, desde finales de los años 50 y durante los 60, la guitarra tomó especial protagonismo. Había antecedentes de este instrumento como solista: discos, artistas y unos pocos conciertos en la memoria de menos todavía. Sin embargo, fue Víctor Monge Serranito, el gran guitarrista madrileño de la segunda mitad del siglo XX, quien impuso tocar sin más compañía que la de las seis cuerdas.
Serranito impuso la guitarra de concierto desde los tablaos de Madrid
Esta idea cuajó en una generación a la que pertenecieron Paco de Lucía y Manolo Sanlúcar. Así, el público, entre un número y otro del espectáculo, se acostumbró a escuchar las falsetas de la sonanta sin más atributos que los propios. Imposición, en principio, de Serranito, Medalla de Oro al Mérito en las Bellas que recorrió el planeta con una maleta y una funda llena de madera, música e ideas.
Ramón Montoya
Pero Serranito, como decíamos, no fue el primero. En la nómina de artistas madrileños, tan amplia, el guitarrista Ramón Montoya presume de ser una pieza angular de la bajañí. Instauró el toque por rondeñas, modificó la técnica del instrumento, grabó con las principales figuras de una época dorada, desde la Niña de los Peines hasta Pepe Marchena y Manuel Vallejo, y adelantó los bordones para registrar sus composiciones como una expresión propia: muestra de ello, además de la citada rondeña, sería su farruca o la solá, entre otras piezas. Sin voces, sin palmas, sin danza. Solo el percutir de las órdenes con la mano derecha, gestando el legado que heredarían más tarde los encargados de acometer la segunda gran revolución, ya en los 60.

Otro guitarrista muy destacado de principios del siglo XX fue Luis Yance. Se le atribuye, entre otros méritos, establecer el toque por campanilleros que se ha empleado, en líneas generales, hasta hoy. Lo hizo junto a la Niña de la Puebla. Carlos Montoya, hermano menor de Ramón, también merece una mención especial entre los compositores e intérpretes nacidos en la capital, pues su éxito fue internacional.
Caño Roto, los Losada y los Habichuela
Más allá de estos artífices de la guitarra en Madrid, en el barrio de Caño Roto se ha creado un sonido propio, por la forma de golpear las cuerdas con la mano derecha. Unas líneas aparte merecen El Viejín, que dejó su impronta en un disco emblemático, ‘Algo que decir’, y se vio obligado a retirarse por motivos de salud; y El Entri, maestro en activo de varias generaciones del barrio.
La familia de los Losada, con exponentes como Tito, Diego, José, Iván o Vaky, entre otros, es una de las más fecundas. Madrid es hoy la tierra de todos ellos. También de Joni Jiménez, Agustín Carbonell El Bola y Josemi Carmona. De los que nacieron aquí y de los que no: Pepe Habichuela, Antonio Rey, Carlos de Jacoba y tantos otros: Perico el del Lunar, Melchor de Marchena, Manolo de Badajoz… La historia de la guitarra flamenca se escribe con ‘M’.