En España, los cantes de cuna se llaman nanas. Y también dejan su impronta en el flamenco: o el flamenco deja su impronta en ellos. Estas canciones, que históricamente han sido interpretadas por numerosos cantaores a menudo a palo seco, es decir, sin acompañamiento de guitarra, se han transmitido tradicionalmente por vía oral. Especialmente, de madres a hijos.
Bernardo de los Lobitos, de Alcalá de Guadaíra, las incluyó en la ‘Antología de Cante Flamenco‘ de Hispavox en 1954 con su voz afable, tan adecuada para esta música que rezuma intimismo, recogimiento. Otro de sus artífices más remotos fue Pepe de la Matrona, quien también las grabó con una versificación corta y letras cuya temática gira en torno a los niños, las noches y las cunas donde duermen.
Cantaoras como Inés Bacán han hecho de las nanas una de las banderas de su repertorio. Camarón de la Isla adaptó a Federico García Lorca junto al sitar de Gualberto en su popular ‘Nana del caballo grande‘, una de sus composiciones más versionadas. Después, artistas como El Lebrijano, José Menese, Curro Lucena, El Ecijano y otros más jóvenes, como Laura Vital y Alicia Gil, también las han ejecutado de forma asidua.