Existen, en el imaginario colectivo, dos tipos de zambra. La primera de ellas, la primigenia, se produce en Granada. En concreto, en el barrio del Sacromonte, en las casas, en las cuevas. Allí, las familias de gitanos, a ritmo de tangos, celebran una suerte de ritual que lleva este nombre. La zambra granadina es un rico patrimonio musical de carácter genuino e inminentemente andaluz, nocturno, con reminiscencias árabes y unas características cadencias que resuenan en las guitarras, por ejemplo, de los Habichuela. Tanto Juan como Pepe las han grabado.
En lo que al cante en sí se refiere y al género popular, la zambra es también la recreación que hizo Manolo Caracol a mediados del siglo pasado: “Morita mora”, el “Romance de Juan de Osuna”, “Carcelero, carcelero”, “La Salvaora”… Esta zambra, habitualmente con acompañamiento de piano, goza de gran popularidad desde entonces, dada, entre otras cosas, la influencia que tiene Caracol sobre cantaores como El Beni de Cádiz, de forma directa, y otros actuales como Rancapino Chico, Israel Fernández y Antonio Reyes, que interpretan este palo como parte habitual de sus correspondientes repertorios.
La temática, finalmente, es dramática, como en la copla. El amor y el desamor hecho lamento flamenco.